Uno...Dos...Tres....Cuatro...
Y así, vas contando una y otra vez.
Uno...Dos...Tres...Cuatro....
Y al principio lo dejas pasar.
Puedes perdonar.
Cinco...Seis...Siete...Ocho...
Y entonces te das cuenta, de que has contado más de lo permitido.
Cinco...Seis...Siete...Ocho...
Y que el castillo en el cielo donde lo habías puesto todo, comienza a desmoronarse.
Nueve...Diez...Once...Doce...
Ya no ves algo de la misma manera.
Misma forma.
Mismo camino.
Las perspectivas cambian.
Nueve...Diez...Once...Doce...
Comienzas a cansarte.
Cansarte de repetir una y otra vez que esto puede pasar.
Que lo vas a dejar pasar.
Trece...
Catorce....
Quince...
Una promesa, una simple palabra, una pequeña linea...
Dieciséis.
Diecisiete.
Dieciocho.
Ya no lo aguantas. Y comienzas a sentir que el perdonar es inerte y difuso.
Diecinueve.
Veinte.
Veintiuno.
¿Tiene algún sentido?
Veintidós.
Algo te dice que sí. Y es ahí donde tu bucle vuelve a comenzar.